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Emmilú López

Cuando tenía 7 años, en primero de primaria mi mamá me llevó a una clase de bordado en una casa en Chapalita. La clase era en un patio muy lindo y aprendíamos puntadas que cosíamos con hilo azul rey en cuadritos rosas de cuadrillé. La pasaba bien, me gustaba el ambiente relajado de coser y clavarme en cada puntada para que saliera bien. Un día no me fijé y se me pegó la tela con la falda, ósea, me la cosí. Entonces me pareció aún más divertido el asunto. Comencé a coser cositas a mano cuando me quedaba con mi abuela materna y le pedía su costurero. Ella y mi abuela paterna se dieron cuenta del interés y para entretenerme, porque era bastante inquieta me enseñaron a coser y también a tejer; la primera con agujas y la segunda con gancho. Le hacía ropita a mis muñecas y me gustaba el rollo de sentarme con las señoras y hacer algo que se convertía en algo que usaba. Más grande, mi abuela se fue a vivir a Canadá y cuando la visitaba, me iba a las tiendas de ropa de segunda que la vendían por kilo. Elegía la ropa por la tela, no por el tamaño, ni forma. Llegaba con la abuela, la lavábamos muy bien y luego yo la desbarataba, me iba probando y me hacía nuevas prendas. Todo a mano. Entonces, mi abuela se apiadó de mí y me enseñó a coser en su máquina para que pudiera hacer más cosas en menos tiempo. Con el tiempo, seguí haciendo estas cosas y también tomaba prendas que me gustaban, las calcaba sobre la tela y me hacía nuevas. A prueba y error apendí cosas básicas como que se deben dejar medidas para puntadas, que se remata con la reversa y otras cositas. Luego tomé clases de corte y confección y cuando estuve embarazada cosía mucho, mucho. También tuve clases de patchwork y es algo que disfruto mucho, pues a partir de pedacitos creas cosas de gran tamaño y es muy gratificante. He experimentado también con textil electrónico y con otros talleres de descomponer para crear nuevas cosas (aunque eso lo hacía desde chiquilla de manera empírica, retomarlo en un taller fue interesante). Tejer o coser son maneras de conectar con una parte de mí que me deja ser más intuitiva y creativa. Me ayuda a despejar mi mente y me hace sentir conectada con un oficio o hobbie de las abuelas. Me gusta pensar en esa sabiduría de la abuela que se transmite a partir de los hilos y las madejas a futuras generaciones. Ahora tejo menos y coso más, pero hago ambas cosas y procuro que sean cosas prácticas. Tengo un grupo de amigas con las que me reúno de vez en cuando a coser y chismear. Esas reuniones resultan liberadoras y me cargan de energía. Lo sigo realizando porque es divertido y porque ahora me permite también conectar con mi hija, quien heredó el gusto por estas cosas.

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