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Paulina Martínez
Siempre he estado rodeada de máquinas, hilos y costureras. Desde mis bisabuelos se viene cocinando esta vocación y amor por el quehacer textil. Por el lado materno eran sastres de alta costura para la sociedad tapatía; mientras que del lado paterno, durante la revolución, mi bisabuelo tenía la única tienda de textiles en Cañadas, Jalisco.
La tradición continuó con mis abuelos y mis padres quienes tuvieron una fábrica de ropa. Crecí en un entorno industrial donde me vi involucrada de manera íntima desde la infancia, desde las visitas a fábricas textiles, hasta la continua colaboración con mi mamá, quien desde pequeña me pidió tomar decisiones creativas: combinaciones, texturas, formas, y hasta designar los hilos para los patrones estándar de nuestros productos.
Aprendí por medio de la observación, de la prueba y error, siempre con posibilidades experimentales que me han permitido analizar y conocer los límites de los materiales, alterar procesos y entender las capacidades de las técnicas como de las máquinas. Siempre he estado cerca de las costureras, y más aún cuando elaboran un diseño mío, solía sentarme en un banco a observar sus movimientos, sus posturas y las distintas piezas que utilizaban, siempre les pedía que hicieran todas las opciones y combinaciones posibles para después ver en que lo podía aplicar. Después de algún tiempo me animé a agarrar la máquina y ahora no la suelto; sigo con la tradición familiar a mi manera.
Me fascina observar cómo algo tan básico, un material bidimensional, puede aportar un significado para la persona que lo usa. Esto es un reto continuo que me exige seguir experimentando.